Los libros deben defenderse por su cuenta, y éste lo hace como gato panza arriba cada vez
que puede; sólo he de agregar que su tono general, que va en contra de una cierta
concepción de cómo deben tratarse estos temas, dista tanto de la frivolidad como del humor
gratuito. Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe
enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando
preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro,
con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría. La difundida imagen de la
muchacha norteamericana que ofrece una rosa a los soldados con las bayonetas caladas
sigue siendo una demostración de lo que va del enemigo a nosotros; pero que nadie
entienda o finja entender aquí que esa rosa es un platónico signo de no violencia, de
ingenua esperanza; hay rosas blindadas, como las vio el poeta, hay rosas de cobre, como las
inventó Roberto Arlt. Lo que cuenta, lo que yo he tratado de contar, es el signo afirmativo
frente a la escalada del desprecio y del espanto, y esa afirmación tiene que ser lo más solar,
lo más vital del hombre: su sed erótica y lúdica, su liberación de los tabúes, su reclamo de
una dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario de colmillos y de
dólares.
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